Llegada:

Pues ya estamos aquí, (21:00 UTC -8), reventados, sin dormir, sin ver el partido del siglo, jodidos de pensar la fiesta que se ha debido de montar en nuestras citys, en la cola para que el policía de turno nos revise nuestro papeles, después de varios, Can you repeat, please? E intentar explicar cuánto dinero teníamos en la cuenta (a saber que entendió el tipo) después a inmigración donde rompen en mil pedazos los papeles que habíamos traído como oro en paño, a cambio de un papel cebolla grapado a nuestros impolutos pasaportes, que nos permite estar por aquí una temporadita.
Corre corre, vamos a fumar por dioooos¡¡¡ y una vez fuera, cartelito al canto, prohibido fumar a menos de 50 metros de la entrada, (como si fuera la ley de alejamiento).



Unos cuantos pitis después venga vamos, que yo me se el camino, he visto en google, algo de Canadian Line que te lleva al hotel, acto seguido primer estacazo, “7,50 el billete de metro” miauuu? Es que en el metro dan masajes? Debio de ser que ese día no estaba la masajista porque no lo entiendo, apenas 15 minutos de trayecto. Hotel a la vistaaaa¡¡ Mira que bien tiene un supermercado 24 horas abierto, genial. Oye Marina, que son esas banderitas que ondean de todas las farolas de la calle, tienen muchos colores, y que hace ese tio con gafas de sol, gorra de policía, y pulseras de pinchos? Si eso es lo que tiene internet, estamos en el chueca de Vancouver.
La habitación: Sitio minúsculo enmoquetado, con detectores de humo por todos lados, y lo mejor, ese olor a fritanga indescriptible. Ángel, que hora es en España?, las ocho de la mañana, a genial, vamos a avisar de que estamos bien, de que el avión no se ha caído, y que no te han arrestado por tus pintas, y de por llevar medio kilo de tabaco en la maleta. ¿Qué clase de enchufes son estos? no te preocupes, vamos a súper y compramos uno, adaptadores no encontramos, pero si la explicación de por qué olía a fritanga, porque se pasan 24 horas preparando hamburguesas.